Hasta principios del siglo XVIII, el violonchelo había sido utilizado casi exclusivamente como acompañante de solistas instrumentales y vocales. A partir de entonces, progresivamente, muchos de los más destacados intérpretes de este instrumento consiguieron trascender las barreras musicales y técnicas que la tradición les imponía, sin obviar la necesidad de seguir cultivando su faceta como expertos acompañantes.
Las dos naturalezas de este instrumento (la melódica y la de bajo y acompañante) hicieron del dúo de violonchelos, el vehículo idóneo con el que muchos compositores experimentaron al escribir música para una pareja de cuerdas. Con sólo dos violonchelos es posible conseguir una gran riqueza tímbrica en un dúo de aparente sencillez, gracias también a su amplio registro. Ambos violonchelistas comparten línea melódica y acompañamiento a partes iguales, transitando entre un rol y otro constantemente, jugando con la imitación, el contrapunto y el intercambio de texturas o colores.
Dúo de Violonchelos:
Ester Domingo y Fernando Santiago